Es en el núcleo familiar donde se aprenden los primeros valores sobre el dinero. Actualmente la mayoría de niños de nuestra sociedad han crecido en un sistema consumista que les ha acostumbrado a tener de todo, y tenerlo ya. En este sentido, la primera lección que hay que aprender es que el acceso al dinero está limitado a la capacidad de producción de uno mismo. Hay que hacerles ver el valor de vivir dentro de sus limitaciones, y que desde muy jóvenes sean conscientes de que saber gastar, es tan importante como saber ahorrar.
Montse Junyent, formada en dirección y administración de empresas, aconseja transmitir a los niños “el valor del dinero, que cuesta de ganar y que se tiene que usar de forma ética”. Mostrarles, desde pequeños, que todas las decisiones que tomamos tienen una incidencia económica, desde la compra y acumulación de juguetes, hasta la práctica de usar y tirar, el desperdicio de alimentos, o incluso el uso de bolsas de plástico. Los niños pueden entender que una de estas bolsas puede terminar en el mar y tardar 450 años en desintegrarse. Concienciarles de que la Tierra es finita y que nos debemos responsabilizar y cuidarla a través de acciones de consumo sostenibles. Adultos y niños deben ser consecuentes con esta idea y actuar con responsabilidad en todos los ámbitos, en nuestra relación con la gente, con el entorno, el mundo o nuestra manera de consumir.
Junyent también defiende la economía del bien común, con el fin de “contribuir a la construcción de un sistema de vida más sostenible y justo”. Apuesta por “transmitir y dar a conocer modelos económicos alternativos sostenibles y ayudar a los pequeños a crecer como personas comprometidas, con criterio, información y voluntad de cambiar lo que no les guste”. Es decir, dar a los niños todas aquellas herramientas que les permitan ser independientes y tomar sus propias decisiones, basadas en valores como el compromiso, la sostenibilidad, la honestidad, la innovación o la creatividad.
Valores que se pueden transmitir de muchas maneras, también a través de juegos o cuentos, y que empiezan en la escuela. La sostenibilidad, por ejemplo, es uno de los temas que más preocupa actualmente, y por tanto, de lo que se habla, y mucho, dentro del sistema educativo. Por el contrario, según Junyent, hablar de economía desde una visión ética y responsable, no se imparte tanto como se debería.
Muchos padres tienen dudas sobre si han de dar dinero a los hijos. A menudo se preguntan cuándo deberían empezar a darles la paga, y cuál es la cantidad ideal.
La paga puede convertirse en una manera determinante de enseñar a los niños a administrar y valorar el dinero, un aprendizaje que les será de gran utilidad de cara al futuro. No hay una edad establecida para empezar a utilizar el dinero, pero es imprescindible que en el momento que lo hagan, comprendan su valor y la importancia del ahorro.
Algunos padres relacionan la paga con la realización de tareas del hogar, una visión que muchos ponen en duda, justificando que todos los miembros de la familia deben colaborar en este tipo de actividades. Sea cual sea la mentalidad, la cuestión es que el modelo de educación que recibe el niño debe ser coherente. Por tanto, no se trata de dar paga o no, sino de buscar la fórmula perfecta para que el aprendizaje sea a través de los valores.
A medida que el niño crezca, la paga podrá ir aumentando, siempre en función del uso que se haga de ella. Es importante sugerir a los hijos en qué deberían gastarla, teniendo en cuenta sus deseos y la necesidad que tienen del producto en cuestión. Más allá de evitar la compra de productos que no les puedan beneficiar, es importante establecer una conversación fluida, sin imponer nada, donde les hagamos ver las consecuencias de cada una de sus compras. También será un buen momento para mostrarles nuevas formas de consumo, siempre apostando por un modelo de consumo sostenible, que pueda aportar un beneficio real y lo más prolongado posible en el tiempo, y que entiendan, en definitiva, que el dinero es para facilitarles la vida y que utilizarlos de forma inconsciente puede llevarlos a situaciones negativas.
Lo más común es iniciar este aprendizaje hacia los cinco o seis años, aunque también puede ser beneficioso hacerlo en edad preescolar. Por ejemplo, se les puede mostrar como el hecho de recoger sus juguetes puede tener una recompensa, sea en forma de golosina o de alguna otra cosa, la cuestión es lograr el aprendizaje de que si nuestras acciones tienen un impacto positivo, seremos recompensados. Y quizás en un primer momento será a través de cosas materiales, o cuando empezamos a trabajar será a través del dinero, pero con los años este aprendizaje supondrá que la mejor recompensa es la que se hace uno mismo, desde los propios valores.
Una buena manera de mostrar la importancia de ahorrar puede ser dividir el dinero que recibe el niño, desde pequeño, en dos partes. La primera en forma de hucha que puede tener en casa, y donde guardará todo aquel dinero que se pueda gastar, lo que vendría a ser la economía diaria. Por otro lado, puede tener una cuenta en el banco donde aportar el dinero destinado al ahorro futuro. De este modo creará una relación con el dinero desde las dos perspectivas y entenderá su trascendencia.
Otro aprendizaje importante será el de compartir. El dinero no tiene por qué ser de posesión individual, también se puede compartir. Una idea que socialmente puede parecer controvertida, ya que nos relacionamos con el dinero desde el punto de vista de la posesión y, por tanto, lo individualiza. Educar a los niños en este sentido les permitirá vivir esta relación desde otro punto de vista, con más visión colectiva y de responsabilidad social. Es importante demostrar, a través del ejemplo, que el dinero puede ser una herramienta para ayudar a los demás, desde hacer donativos para los más desfavorecidos hasta comprar en una tienda determinada donde los beneficios se destinen a proyectos sociales. Hay muchas maneras de ayudar, y vale la pena inculcar este hábito en los niños y jóvenes.
Como conclusión, los niños deben recibir lecciones claras respecto al dinero, y la mejor manera siempre será la práctica, copiando las conductas que ven en casa. Por lo tanto, los padres deben ser el ejemplo de este aprendizaje, enseñarles a no comprar por impulso, sino a planificar sus metas, tanto a corto como a largo plazo. Cuando sea el momento oportuno, se les puede incentivar a hacer pequeñas tareas remuneradas, y si se enfoca desde un punto de vista educativo, darles la paga puede convertirse en una manera determinante de enseñar a los niños a administrar y valorar el dinero, una lección que puede marcar sus vidas. Finalmente, y teniendo en cuenta el peso que tienen las nuevas generaciones de cara al futuro, contribuir a un aprendizaje enfocado a la construcción de un sistema de vida más sostenible y justo para todos.
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